De Copacabana a Lima por Carretera

Ubicada a 155 km de La Paz se encuentra Copacabana, una de las principales localidades ribereñas del Lago Titicaca, con un par de calles que visitar, que ofrecen una variedad de artesanías, la Basílica de Copacabana con una arquitectura digna de ser observada, y por su puesto sus principales atracciones: la Isla del Sol y la Isla de la Luna.

Y sin embargo, un par de días después de estar en este pequeño pero mágico lugar, el boleto de avión recordaba el inminente regreso a Lima, Perú, para abordar el avión que me traería de regreso a mi ciudad natal; sin mucho dinero que me permitiera trasladarme a la Paz para abordar un vuelo de tan solo dos horas a la ciudad de Lima, mi única opción se convirtió en un autobús que me permitiera hacer el recorrido. El problema comienza en el momento en que después de caminar por las calles de la avenida principal, cada caseta que te ofrece boletos de bus te informa que no existe posibilidad alguna de realizar dicho viaje, los autobuses sólo llegan a Puno.

El viaje de regreso comienza así a las 9am saliendo de la ciudad de Copacabana, haciendo una parada de aproximadamente 30 minutos en el cruce fronterizo para pasar a migración, llegando a las 12:30, hora local de Bolivia, y a las 11:30, hora local de Perú. La pequeña central de autobuses de Puno te ofrece una variedad de líneas con diferentes horarios para Lima, y sin embargo, ante mi inminente desesperación tomé el más próximo: 12 pm, por un costo de 200 soles (mil pesos aproximadamente), con un tiempo de 23 horas de viaje, según el pronóstico de la vendedora.

Teniendo menos de 30 minutos para estirar las piernas y comprar algo rápido de comer, opté por recurrir a uno de los locales de la Terminal Terrestre donde compré un pan relleno de queso y jamón, y como siempre un paquete de galletas que no puede faltar en la mochila de todo viajero, por un costo total de 3 soles. Con un poco menos de hambre abordé el autobús con la esperanza de que nadie se sentara a mi lado para poder dormir; los asientos no eran los mejores ya que la reclinación era mínima, y sin embargo en ese momento no importaba demasiado. Las primeras horas de viaje te ofrecen los ya cotidianos pero no por eso menos bellos paisajes latinoamericanos, al mismo tiempo que te deja ver el ir y venir de aquellos que a media carretera esperan el autobús que los llevará de regreso a casa, o aquellos que cuidan a su ganado que pasta tranquilamente.

Contrastando con lo que sucedía allá afuera, el bus nos ofrecía su propio espectáculo, uno tras otro los vendedores se iban parando y anunciaban con un discurso ya memorizado sus productos; la primera, una mujer que vendía chicharrón, que para ser verdad olía bastante bien, y estuve a punto de comprar sino hubiera sido por el miedo de enfermar y pasar las siguientes horas de mi viaje encerrada en el nada agradable sanitario del lugar. Después fue el turno del vendedor de audiolibros, que ofrecía todos los cuentos para niños, unos que ni siquiera sabía que existían; y por último me sorprendió el vendedor de vinos, que llevaba muestras gratis, de un producto que parecía valer la pena.

Seis o siete horas después hicimos la primera parda en Arequipa, la Ciudad Blanca; el hambre comenzaba a sentirse y la promesa de la vendedora de que el boleto incluía un pequeño plato de comida no llegaba; el autobús quedó vacío, sólo 10 u 11 hacíamos el recorrido de 23 horas hasta Lima, la cara de cansancio y hambre se repetía, y sin embargo, la salvación esperaba apenas bajando los escalones del bus. Una señora ofrecía un plato de arroz con carne y un poco de puré por 8 soles, aunque claro, siempre está la opción de hacer un rápido recorrido por la Terminal y encontrar algo más por un precio igual de accesible.

Un par de horas después llegó la cena prometida, de nuevo arroz, un trozo de carne, un jugo de 250ml y una gelatina, que sin pensar me comí; pero aún sin hambre, el viaje continuaba incómodo; el autobús se había llenado casi completamente en Arequipa, dos asientos a la derecha de mi iba sentada una familia que gritaba a cada cinco minutos y justo detrás, una mujer llevaba a un perro en una bolsa, que ladraba y aullaba de miedo de vez en cuando, lo que me prometía una larga noche y pocas horas de sueño; sin embargo, mi suerte parecía no ser tan mala, aún no había nadie sentado junto a mi.

Pero al parecer el flujo de pasajeros con destino a Lima es tanto, que las líneas no se pueden dar el lujo de dejar a un pasajero disfrutar de dos asientos; a las 11pm el asiento que completaba mi cama provisional estaba ocupado, y mi intento por dormir fracasó un poco más cuando me di cuenta que mi compañero de viaje era un conversador por excelencia que no entendía que mis respuestas en monosílabos, después de una hora de plática, eran reflejo de mi urgencia por dormir.

Sin embargo, cuando por fin pude conciliar el sueño, el calor me despertó; el aire acondicionado no funcionaba, y el bochorno comenzaba a aumentar conforme nos íbamos acercando a Lima; a las 7 am aproximadamente a la altura de Ica, el viaje se había vuelto insoportable; el autobús se había convertido en un sauna, y por ende en una combinación de olores, gritos y ladridos de perro. Dos horas después llegó el desayuno, medio sándwich y un jugo de naranja debían servir para aguantar al ya próximo destino final, según mis cálculos.

Pero después de tres horas, aún no estaba en Lima, y mi compañero de viaje me informó que en realidad el tiempo aproximado del recorrido que yo hacía era de 24 a 25 horas; a la entrada de la ciudad de Lima, el calor era por mucho insufrible, el dolor en la espalda y las piernas comenzaba a sentirse, y mi asiento no daba espacio a movimiento alguno sin que le pegara a quien iba sentado junto a mi, no podía aguantar más las ganas de ir al baño y sin embargo, al abrir la puerta comprobé lo que ya sabía, era mejor resistir un poco más. A las 3:30 pm, el autobús llegó por fin a la Terminal correspondiente, y si bien, los contrastes del camino no me dejarán olvidar este viaje, estoy segura que el mejor consejo que puedo dar es el que a mi me dieron y no seguí: Si tienes que viajar tantas horas, invierte un poco en ello; como opción está Cruz del Sur, que como comprobé en mis 23 horas a Cuzco, es por mucho la mejor línea para viajar cómodo.

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