La aventura, exploración y estar ahí en medio de la nada con los elementos puede parecer una gran y prolongada batalla contra todo tipo de malestares. Pero y es que por todo el placer en ese sufrir, en encontrarte helado y empapado debajo de una nube que no tiene fin y a cientos de kilometros del techo más cercano, comiendo comida irreconocible, sin saber muy bien en donde vas a dormir, o si vas a llegar a la siguiente anilla, al siguiente kilometro, hay otra vocecita que permanece, te murmura en el oído, como una princesa que te recuerda que siempre puedes escapar.

Y realmente la batalla no es contra el malestar – sabes que no hay nada más efímero – la batalla es contra esa voz, la que sabe exactamente que decirte, como manipularte y convencerte para escapar, regresar, no despertar, ni intentarlo. “Tu corazón esta a punto de explotar” “Ya ni sientes los dedos” “Ni siquiera estas bien preparado” “Esta bien fría el agua” “Mejor lo intentamos otro día” “Vas a mooooriiiiir”

….esa voz

Y si… todos tenemos nuestras debilidades. Y en cualquier momento de cualquier situación entre el hacer y el querer hay un mil excusas; indudablemente siempre es la misma batalla que nos detiene de alcanzar nuestras metas. Frío, Cansancio, Miedo, ¿Hambre? Esa voz que termina por convencernos y nos envía de regreso a casa pensando que quizá no le debiste haber hecho caso.

Pero así como en el disfrutar ese sufrir esa voz se hace notar en su ausencia. ¿Cuantos días han pasado sin escuchar esa voz? – sin contar la que te dice que te quedes en cama diez minutos más –

¿no la extrañan?