Roaming the South

“Es un sueño en la mente de muchos de nosotros. De salir de la rutina, del trabajo, el gimnasio y las obligaciones. Quitarle el polvo a la vieja moto y salir a carretera. Con el sol en la espalda y el viento en el cabello. Como de película. En dirección a ningún lugar en particular. Dejando que el camino y la gente nos guíe. A un lugar donde hace calor.”

Camino a Palenque

Kilómetro Cero – y el comienzo de una gran aventura.

Ciudad de México

El kilómetro cero en la Ciudad de México lo marca una efigie de Enrico Martin, cosmógrafo, matemático e impresor de origen alemán. Pasa completamente desapercibido a un costado de la catedral metropolitana a segundo plano dentro de todo el bullicio de danzantes, vendedores ambulantes y a su izquierda, el impresionante inmueble con el que compite.

Es un buen lugar para comenzar cualquier aventura en carretera; fue el punto de encuentro e inicio de la nuestra.

A pesar de una buena planeación estratégica previa – revisando en varios sitios la hora exacta del amanecer del 18 de diciembre y todos los preparativos previos para salir con el primer rayo de sol – una gloriosa filmación de las motos sobre Pino Suarez con la Catedral de fondo y las prismas de los rayos de sol desvaneciendo la luz en los goggles – Pero la goPro no linkeaba correctamente con el control, al parecer la batería estaba fallando, o quizás era el control, o el wifi, o la actualización de los controladores… cosas que suceden. Fue el momento exacto que comenzó la profunda relación de amor y odio con esa camarita.

Nos perdimos saliendo de la Ciudad de México. Generalmente nos perdimos saliendo de todas las ciudades o pueblitos grandes o chicos por los cuales pasamos. Es muy literal el decir que las ciudades te atrapan, entre más interesantes más difícil es escapar de ellas. Sin importar el tamaño.

No sientes que el viaje, la aventura, a comenzado hasta que por fin estas en carretera; libre de los semáforos, camiones y peseros. Sabíamos que este primer trayecto iba a ser largo y tedioso – la recta a Oaxaca. También pensamos que iba a ser uno de dos o tres días que quizás, probablemente, se nos congelara el cuerpo entero.

A pesar del buen consejo de Alex (Royal Enfield México Master Dealer), sucedió que una semana antes de partir, otro Alex logro captar toda nuestra atención con su video goPro que logro el honorable status de “Video de la Semana” llegando a nuestros buzones para llenar nuestras cabezas de ideas; se trataba del viaje que Alex Chacón realizó en la India rumbo a la carretera más alta del mundo en su Royal Enfield y su look Retro-Hipster.

Los Nolan con intercom y el confort los reemplazamos por unos Biltwell Bonanza; las chamarras impermeables con muchas bolsitas por unas retro superligeras (con protección); Jeans y porque no, unos paliacates.

Marlon Brando, Bob Dylan, Hunter S. Thompson, Clint Eastwood, James Dean, Steve McQueen…

Decidimos que si te vas a vestir como astronauta porque tienes una BMW, o un matón por tener una Harley, porque no como Marlon Brando, Bob Dylan, Hunter S. Thompson, Clint Eastwood, James Dean o Steve McQueen si tienes una Royal Enfield?

Tavo iba con todo el estilo en una chamarra de piel. Michelle y el escribidor en unas increíbles y ultra ligeras Tucano Urbano (costruito in Italia) hechas explícitamente para los climas cálidos a los que nos dirigíamos; con excepción del cruce a Puebla y algunas partes camino a San Cristobal de las Casas y en general el pésimo clima de esta pasada época decembrina.

Llegamos a las quesadillas del apropiadamente llamado Viento Frío hechos paleta. Por pura educación católica no metimos los dedos al café caliente. Que sabor tan glorioso y sensación tan similar a las chelas bien frías llegando a Las Flores semanas después.

La documentación del viaje iba a consigna de una iniciativa que tomamos experimentando con la fondeadora Indiegogo. Metimos el proyecto dándole difusión y obtuvimos recursos para un par de goPro´s, memorias, baterías etcétera.

Ves, tomamos la oportunidad para experimentar todo tipo de cosas. Viajar con paliacate en boca, probar si las motos realmente estaban construidas cómo pistolas y ver de que se trataban estas nuevas comunidades sociales donde el poder de muchos fondean las ideas y proyectos de los que las tienen. La respuesta fue excelente dado el corto tiempo y difusión.

Pero de regreso a la carretera…

A los pocos kilómetros pasando Puebla de Zaragoza, justo cuando empezaba a soplar una brisa más cálida y disfrutábamos del camino a un confortable 110 kilómetros por hora… y el control de la goPro cedió a mis insistencias de querer grabar y dejar de grabar – nada podía estar mejor. Con ese pensamiento, de la nada salió volando la camarita – fijada a un tripié en la salpicadera frontal y viendo directamente hacia esta semejanza de Steve McQueen atravesando la planicie. Impacto contra el concreto a más de 100 kilómetros por hora y después de varios saltos quedo descansando en el carril de baja velocidad justo en el camino de las llantas de un camión que venia a pocos metros detrás. Señas y silbidos alteraron el camino del camión que paso a centímetros de convertir nuestro principal logro fondeado en un gadget rompecabezas. Amor a las goPro que pueden sobrevivir tal impacto; con un pequeño rasguño.

Antes de salir de viaje imprimimos unas mil de estas pegatinas para darle promoción a la causa.

El camino a Oaxaca es generalmente aburrido de la misma manera que un viaje a Queretaro o cualquier plan de atravesar Texas por la i-10. El marketing y la botella de manantial que todos traemos en la mente nos convenció de parar en Tehuacán. Es una ciudad muy moderna, impecable, pero a menos de que tengan un amor perdido, pariente cercano o amigo lejano… Quédense con el tehuacanaso en la cabeza. No hay nada que ver ni hacer.

Oaxaca por otro lado es una de mis ciudades favoritas. Lastima que llegamos tarde y salimos temprano al día siguiente. Nuestro plan era llegar a lo más profundo del sur en dos largos trayectos para después bajar la velocidad y disfrutar del clima.

Déjenme decirles, pasando el árbol del Tule y todo el camino a Tehuantepec es un venerable paraíso para Ud. el motociclista. Una carretera perfectamente planchada con una pendiente prolongada o largos columpios que serpentean entre un paisaje que varía entre boscoso y árido.

Empieza con cientos de haciendas mezcaleras de todos tamaños la siguiente más pintoresca que la anterior. En verdad siento que es uno de los trayectos más disfrutables en moto. Y el placer se multiplica al ver a los automovilistas mareados con una nube en la cabeza o vomitando en los botes de basura en cada gasolinera. Que bonito es viajar en moto.

Y lento. Es una de las cosas que aprendes muy rápidamente. Viajar en moto de esta manera es absorberlo todo y disfrutar. Va muy ligada a la filosofía de Caye Caulker Belize: Slow Living. – en el sentido de disfrutar. Yo sentía que volábamos en esas maquinas de quinientos centímetros cúbicos.

La noche que pernoctamos en Juchitan teníamos en frente de nosotros, además de una michelada, una decisión a tomar que impactaría el resto del viaje.

Dejar a Mich ahí … o no.

La 190 rumbo a Tehuantepec desde Oaxaca es un venerable paraíso para el amante del Mezcal.

…Bueno en realidad, era si; el día siguiente debiésemos continuar sobre la carretera 200 rumbo a Tapachula cruzando la frontera sur a Guatemala atravesando el país en dirección norte rumbo a Las Flores. ¿La alternativa? Seguir por México rumbo a Palenque y cruzar por El Ceibo.

Optamos por la segunda alternativa por tres razones dos de las cuales eran (1) porque nuestro único compromiso real era llegar a Bacalar el 31 de Diciembre donde nos reuníamos con hermanos y familiares – cruzar Guatemala ponía en riesgo este hito y (2) porque cedimos a la propaganda que Guatemala era “muy peligroso”.

Desde Juchitan se desprende una recta interminable, rodeado de planta arvense y molinos de viento – podrías estar dentro de un cuento marciano en un camino a través del aire – otros mundos.

Desayunamos delicioso en Arriaga – a tan solo 60m sobre el nivel del mar – en un pueblo funcional y lleno de vida que lo divide muy metafóricamente unas vías del tren. Seguíamos en nuestro gran empuje al sur – días organizados por horas y kilómetros y tanques de gasolina. Habíamos logrado un exitoso amanecer a las 5 de la mañana – y cargado las motos, como planeado, en 45 minutos; Con suficiente gas para llegar sin problemas a Chiapa del Corzo.

Más que nada el paliacate funciona para no degustar todo tipo de mariposas u insectos voladores. Al final de cada trayecto la tela tenía una similitud a la defensa de un coche.

En las faldas del sumidero los rayos del sol se estrellaban contra el río Grijalba y las marimbas se peleaban entre si en un malecón turistico lleno de restaurantes de mariscos.

Esa tarde emprendimos la subida a San Cristobal una vez mas aventurándonos a los climas de montaña.

En San Cristobal nos encontramos con nuestro primer colega aventurero motociclista. Un quintanarroense con parentesco francés que viajaba solo por el estado en su BMW GS650. Es fácil hacer amigos con una Royal. Es una maquina que muestra el conocimiento de las motos – los que saben gustosos te hacen saber su historia y origen, cilindrada y otros detalles históricos de la marca. Para los que no saben de motos te preguntan si tal reliquia va aguantar un viaje en carretera y se sorprenden al conocer que es un modelo 2012.

A contrario de la voz populi al escuchar que íbamos rumbo a Guatemala, el quintanarroense gachupín nos dijo que era un lugar increíble lleno de gente maravillosa.

En lo personal llevo desde chico recorriendo mi país a lo largo y a lo ancho, en coche, bici y ahora en moto. Este recorrido de San Cristobal a Palenque, por ejemplo, sin presumir, lo he realizado unas seis veces en diferentes épocas del año a través de veinte años.

Pero en una Royal todo es diferente.

Cada mañana y cada noche, como rifle, desarmabamos esas motos de su equipaje.

Nos paramos a desayunar y me vi revisando la ruta. Estos bosques de coníferas; estos paisajes que te remiten a un valle en suiza. Nunca los había visto así. Creo que lo único que es indicativo que no estas en otro país son la interminable serie de topes de todos tamaños. De hecho el trayecto sería de ensueño, aún más que el de dos días antes – si no fuera por tantos malditos topes. En ese trayecto de seis horas pasas de desayunar en un bosque y terminas cenando en una jungla.

Llegamos a Palenque con el último rayo de sol.

No les puedo recomendar suficiente quedarse en la comunidad “hippie” donde se encuentra el restaurante “Don Muchos” justo a la altura de la caseta para entrar al yacimiento arqueológico de Palenque. Te sorprende que solo familias de europeos conocen este lugar…Y tampoco se pierdan la visita a Aluxes. El mejor zoológico del mundo. No se lo pierdan. Aún más que la obligada visita a las pirámides.

Palenque es nuestra última parada en territorio mexicano. De nuevo la hora de partida es con el primer rayo de sol. Para esto tenemos que llegar a las motos 32 minutos antes.

Es como armar un rifle el preparar para zarpar y lo tenemos ya mecanizado. Llegar, asegurar el casco, colocar las alforjas, el maletín que va por encima del tanque, revisar el nivel de aceite, la presión en las llantas, ajustar las goPro´s – rechecar las goPros, probar que el control de las goPro´s linkee correctamente, pelearte un rato con los botones de las camaritas, casco, guantes, motores.

Rumbo al Ceibo

Parece que por aquí podrían haber filmado Parque Jurásico. Conduciendo entre tinieblas, enormes montañas verdosas y asfalto que se torna en terracería y de regreso a asfalto por kilómetros a la vez.
Sabes que te vas acercando al cruce fronterizo El Ceibo cuando dejas de ver vegetación y parece que vas entrando a un basurero municipal. Todas las fronteras son medio feas. De ambos lados. Esta no es excepción.

Pocas cosas se comparan con llegar a un lugar con un clima cómo Palenque y poder recorrerlo en moto.

La frontera con Guatemala

Antes de cruzar, del lado mexicano dentro de una oficina que bien podría doblar funciones como congelador, un agente aduanal mexicano registra nuestra salida del país. Pasamos una franja de “tierra de nadie” y llegamos con el agente aduanal Guatemalteco.

Siguiendo las instrucciones, abordamos el camión/trailer que son las oficinas aduanales donde deben registrar nuestra entrada, las de las motos y sellar el pasaporte.

Como un augurio de lo que nos espera la próxima hora y media, el suelo se torna obscuro y empieza a caer un tremendo aguacero. El primer detalle es que no traemos suficientes copias de casi todas nuestras originales y copias. Michelle y Tavo atraviesan lo que queda de la franja fronteriza a territorio guatemalteco a una tiendita a fotocopiar documentos.

Regresando al tramite, el agente aduanal hizo un ejemplo de su impecable desempeño como funcionario al indicar que todos mis papeles estaban en orden y que podía proceder sin problemas y continuar con mis vacaciones como turista feliz.

Sin embargo, TÚ, amigo, TÚ lo hiciste mal y todos tus papeles NO estan en orden y no puedes proceder sin problemas y continuar con tus vacaciones como turista feliz. Necesitamos un documento que aparentemente no tienes. Y no vas a poder entrar. Lo siento.

A dónde iba con esto estaba más que claro. Al parecer la factura de la motocicleta de Tavo no estaba endosada con un sello oficial y la única manera de hacer esto era conseguir una carta notariada. Sin esto era imposible meter la moto.

Después de un rato de explorar todas las posibilidades incluso la posibilidad de cambiar nuestro viaje por completo, el agente aduanal le pidió a su compañero que si por favor podía ir por unas tortas. (así tal cuál).

Con la salida del segundo oficial, comenzó la negociación de intercambio comercial por un sello que nos permitiría estar tres días en su país.
300 pesos y quince minutos después estábamos en territorio Guatemalteco.

En la franja fronteriza esperando poder entrar.