Viaje al Salar de Uyuni

Uno de los lugares más idealizados y por tanto anhelados al planear mi viaje, el Salar de Uyuni; sabía que era parada obligada en Bolivia y tenía el itinerario planeado: dejar Puno el jueves, llegar a la Paz con tiempo de sobra para comprar mi boleto de autobús, viajar toda la noche, y llegar a Uyuni donde sin duda encontraría una agencia que hiciera el tour. Sin embargo, nada salió así, el autobús que venía de Lima, y que se suponía debía abordar a las 11:30 am, se retrasó casi 3 horas por un accidente en la carretera, supuse que con mucha suerte aún podría llegar a la Paz y seguir con el plan, pero no contaba con que el trámite migratorio en el cruce de Desaguadero tomaría más de una hora, sumado a los “retenes” continuos en la carretera que suponía detenerse por lo menos 5 minutos en cada uno.

Llegué a la Paz a las 10pm, hora local de Bolivia, sin la más mínima oportunidad de conseguir un ticket de autobús; busqué un hostal para pasar la noche con la intención de regresar al otro día a comprar mi pasaje, sólo era un día de retraso. Sin embargo, como turista mal informada, sabía que era época de carnaval pero no sabía lo que eso significaba;  para la 1pm ninguna taquilla tenía boletos para la salida de 8pm a Uyuni, Potosí, Oruro y prácticamente ningún destino; no es que realmente me interesaran otros destinos sino que había cartulinas colgadas de las taquillas y por su puesto, caras de angustia que se sumaban a la mia.

La desesperación se hizo presente, busqué un par de agencias de viaje, pero el discurso era el mismo: Sin lugares disponibles para el fin de semana, y lunes y martes no laborarían debido al carnaval. La crisis iba en aumento, una agencia me ofreció el tour de un día, puesto que ya no había disponibles de 3 días, pero yo debía conseguir mi boleto de autobús; aunque la idea inicial era buscar una agencia en Uyuni, no quise probar si la suerte estaría de mi lado haciendo eso, compré el tour en un costo aproximado de 45 dólares, rogué por conseguir un ticket de autobús para el sábado en la noche, y lo conseguí. La salida planeada para el jueves se prolongó hasta el sábado a las 8pm; aunque viéndolo por el lado amable me dio la oportunidad de conocer la Paz, y llenarme de cosas como buena amante de la artesanías en el Mercado de las Brujas, visitar el Museo de la Coca y un par de lugares más que hacen siempre interesante a una ciudad.

A las 8pm el autobús salió de la Paz, suponía aproximadamente 12 horas de viaje que me darían 2 horas de espera hasta que mi tour iniciara a las 10 am; el viaje comenzó con tráfico a las afueras de la ciudad, pero en general parecía bastante tranquilo a pesar de que era un bus con semicamas (realmente los asientos sólo se reclinaban 2 cm); todo iba bien hasta un par de horas después que comenzó a hacer un frío infernal, llevaba conmigo una sudadera y la manta del autobús pero sentía que mi cuerpo se congelaba, aún así logré dormir. Sin embargo, después el viaje cambió de bus a carreta, no literalmente, pero el camino te hace sentir eso; brincaba de mi asiento a cada 3 minutos, y mi cabeza topaba contra el cristal en mi intento por conciliar el sueño; ahora se que sólo el 30% de la carretera está asfaltada.

Llegamos unos minutos antes de las 8, bajé del autobús, hacía frío y aire y moría de hambre; en la agencia de la Paz me dijeron que la señora Rosa iría por mi a las 9, y que sólo debía tener a la mano el itinerario que ellos me habían dado; busqué algo cerca para comer, pero Uyuni estaba prácticamente desierto, no había locales abiertos, y una que otra persona pasaba; no es que sea un lugar muy grande, pero no quise alejarme del punto de reunión, así que sólo caminé unas cuadras, perdí la esperanza de encontrar algo abierto y regresé a sentarme a la banqueta junto al bus estacionado.

Para mi buena suerte, la señora Rosa llegó mucho antes de las 9, y nos llevó a un grupo de chicos y a mi al pequeño local donde una camioneta 4×4 pasaría por nosotros a las 10, para hacer el recorrido. Con mucha hambre decidimos que nos daría tiempo de buscar algo para desayunar, los chicos eran de Ecuador, y para ser sincera no recuerdo sus nombres, pero sí la compañía y la excelente plática sobre el viacrucis que vivieron para llegar a Uyuni, y tengo aún presente que fue el desayuno más rico que he podido probar, aunque tal vez el hambre contribuyó bastante. A las 10, la pequeña oficina se había llenado de gente, todos estábamos listos para partir, pero las camionetas aún no.

A las 10:30 por fin salimos, me despedí de mis compañeros de desayuno puesto que ellos habían comprado el tour de 3 días; en la camioneta 4×4 nos acomodamos 8 personas, y el chofer, a decir verdad un poco apretados y sin cinturón de seguridad, pero el Salar compensaría con creces todos los inconvenientes que el trayecto pudiera implicar; por cierto, de nuevo ecuatorianos fueron mi compañía. La primera parada fue el Cementerio de Trenes, su nombre lo dice todo, el espectáculo que ofrecen locomotoras que hace años dejaron de funcionar es ideal para una larga sesión de fotos, aunque a decir verdad la cantidad de turistas es excesiva y complica un poco la labor.

Cementerio de Trenes

Cementerio de trenes. El tiempo parece haberse detenido en este lugar donde un centenar de locomotoras te otorgan un espectáculo digno de una gran sesión de fotos.

La segunda parada fue Colchani, un pueblo donde las familias se dedican a procesar la sal, también puedes encontrar un mercado de artesanías donde vale la pena comprar uno que otro souvenir, y el Museo de Sal. Después de esta visita nos encaminamos al Salar, y sin embargo, existía una preocupación general, nos encontrábamos en época de lluvia y si bien en muchos blogs se lee que durante la temporada de lluvias el efecto espejo es mejor, los últimos días habían sido de lluvias intensas, y de relatos de gente que conocí en Puno, algunos aseguraban que durante sus recorridos había estado tan nublado que el efecto no se apreciaba, o bien la lluvia había hecho que el viaje no fuera lo que esperaban.

Colchani

Colchani. Una parada obligada para cada tour que te permite acercarte a la vida de la población, conocer el Museo de Sal y llenarte de artesanías.

Pero en realidad el clima fue perfecto; nos detuvimos en los Montes de Sal, donde los pobladores “raspan” y juntan la sal en montículos para que seque, desde este primer avistamiento del salar supe que todo el trabajo para llegar había valido la pena, un mar inmenso de sal donde pierdes la orientación en segundos, y la noción de inmensidad adquiere un nuevo significado; la primera parada en el Salar, obligada para las primeras fotos que piensas nada podrá superar y sin embargo todo cambia unos kilómetros más allá.

Los Montes de la Sal

Los Montes de Sal. El espectáculo comienza, en un instante la noción de inmensidad cambia de significado.

Era hora de partir a los Ojos de Agua u Ojos del Salar, donde el agua helada brota a la superficie de sal, y donde comenzamos a distinguir los hexágonos que se forman en la superficie salada, marcados aún más en la temporada seca; posteriormente llegamos al Hotel de Sal, donde comimos un plato de arroz, ensalada, milanesa y agua, todo incluido en el tour por cierto. En realidad el lugar sólo es restaurante, según nos dijo el guía dejó de funcionar como hotel debido a que los residuos contaminaban la sal; la comida en este lugar es buena, y los baños pésimos, pero a las afueras de éste el espectáculo no deja de ser increíble.

“Dakar” Bolivia. Haciendo alusión al rally de dakar celebrado este 2015.

Hotel de Sal. Aunque dejó de funcionar como hotel hace algunos años, aún ofrece servicios de restaurante. Un buen plato de arroz, milanesa y ensalada fueron suficientes para seguir el viaje.

Y por fin, después de esta parada llegamos al lugar más anhelado, a ese que desde el momento en que lo ves en blogs y lees historias sobre él, sientes un inminente deseo de estar ahí; y sin embargo, por más romántico que suene, nada te prepara para la belleza que se puede experimentar en ese lugar. El efecto espejo funde el desierto con el cielo, se crean espejismos increíbles, el paisaje te deja jugar con la perspectiva, y la experiencia del guía y tus intentos que te dejan lleno de sal por conseguir las mejores tomas, te permiten llenar tu cámara de los mejores recuerdos. Por más tiempo que puedas pasar sentado en medio de la nada, tus ojos no se cansan de admirar la inmensidad, resulta casi inverosímil y no te quieres alejar.

El paisaje te deja jugar con la perspectiva, después de varios intentos y de la experiencia del guía, el resultado es aún mejor de lo esperado.

El efecto espejo logra fundir el desierto con el cielo, y por más tiempo q pases sentado en medio de la nada, tus ojos no se cansan de la inmensidad.

Un chico me contó que hace 10 años, cuando el Salar no era tan turístico, él y sus amigos pudieron acampar en medio de la nada, recuerda el frío mortal que se sentía, así como la noche y el amanecer más espectacular de su vida. Si bien ahora carecemos de ese privilegio, puedo decir que sin duda, cualquiera debería visitar el Salar por lo menos un día; claro que la perspectiva de 3, suena mejor.

Era hora de regresar, llegamos a Uyuni a las 5pm o tal vez un poco más tarde, llenos de sal y con prisa por salir esa misma noche a Potosí y la Paz respectivamente, y en mi caso a Copacabana. Corrí a unas regaderas públicas donde me cobraron 10 bolivianos por 10 minutos de agua caliente, comí una rebanada de pizza y una cerveza en compañía de Francisco y su novia, dos de los ecuatorianos de mi tour, y me despedí de ellos. Su autobús a Potosí salía 6:30 y el mio a las 8. Sin duda una de las mejores experiencias del viaje.

Contenido Relacionado